Correspondencia amorosa
¿Por qué no tengo tu respuesta? "En vano espero tu palabra escrita", dice García Lorca en El poeta pide a su amor que le escriba. La correspondencia posterga el encuentro con el otro. No te tengo a vos, tengo tu palabra. Pero cuando el tiempo pasa en demasía ni siquiera tengo eso. Lord Byron: "Me olvidé de decir que uno de los placeres de leer cartas antiguas es que sabemos que no necesitan contestación". Con las tecnologías modernas el mensaje amoroso llega inmediatamente, pero la respuesta suele retardarse. Espero que me respondan. Abro una y otra vez mi casilla de correo. Y lo que encuentro, finalmente, no es la letra de mi amado/a. No hay letra del cuerpo de mi amado/a en el mail. No hay el tono que yo quiero escuchar.
En una carta hay ese fantasma, no otra cosa, como lo dice Kafka (el más postergado de los postergados) en su cartade despedida de Milena: "La facilidad de escribir cartas tiene que haber traído al mundo -considerado desde el punto de vista exclusivamente teórico- una terrible perturbación de las almas. Porque es una relación con fantasmas - y no sólo con el fantasma del destinatario, sino también con el propio- la que se va gestando bajo la mano que escribe, en esa carta y, más aún, en una serie de cartas de las cuales una corrobora la otra y puede apelar a ella como testigo. ¡A quién se le ocurrió que la gente puede mantener relaciones por correspondencia!".
Borges, por su parte, se enteró cuarenta años después que Estela Canto iba a vender en Sotherby´s el manuscrito de El Aleph que él le había regalado durante su enamoramiento (el de él, porque sabemos que fue un amor no correspondido). Borges, al parecer, le dijo lo siguiente como toda respuesta: "Mirá, Estela, si yo fuese un verdadero caballero, me pegaría un tiro de inmediato así se duplicaría el valor del manuscrito". La correspondencia amorosa de Borges a Estela Canto se resume en 14 tarjetas postales enviadas durante la década del ´40.
Miércoles cuatro.
Estela adorada: Indigno de las tardes y las mañanas, hateful to myself, indigno de los días incomparables que he pasado contigo, indigno de los lindísimos lugares que veo (el Hervidero, el Uruguay, las cuchillas con algún jinete, las quintas), paso días de pena, de incertidumbre. No he recibido una línea tuya. Pienso en algún inverosímil contratiempo postal, no sé con qué inflexión escribirte, no sé quién soy ahora para ti. Vanamente procuro conciliar tu cariño y tu cortesía de ayer con tu silencio de hoy. No te pido explicaciones, te pido un signo de que aún existo para ti, de algún modo. El viernes estaré en Buenos Aires. ¿Habré de repetirte que te quiero y que podemos ser muy felices? Estela, no me dejes así.
Tuyo, muy solo.
Georgie.
He concluido, bien ó mal, tu cuento.